En el siglo XVII, en las calles de una pequeña ciudad colonial nicaragüense gobernada por autoridades españolas y habitada por indígenas y mestizos, comenzó a interpretarse una comedia bailete de gran valor cultural que expresaba un rechazo a la dominación hispana de manera burlesca, ingeniosa y creativa. Con el tiempo la obra pasó a ser un símbolo de identidad para el pueblo de Nicaragua por su carácter de protesta, y tres siglos después de su origen llegó a ser declarada “Patrimonio Vivo, Oral e Intangible de la Humanidad” por la UNESCO.
Esa histórica obra de autor anónimo es “
El Güegüense o Macho Ratón”, primera pieza literaria nicaragüense, perteneciente al teatro náhuatl. Conozca a continuación detalles sobre la historia y contenido de esta comedia maestra.
La Historia
El Güegüense nace en la ciudad de Diriamba, en el actual departamento de Carazo. Existen varias teorías sobre la fecha de su surgimiento, pero sí se sabe con certeza que su lengua primigenia de representación era el náhuatl local. La obra se presentaba como teatro callejero, en las narices de las autoridades coloniales españolas civiles y militares.
El pueblo de la zona había demostrado su fuerte carácter con un directo rechazo y rebeldía contra el dominio español desde la llegada de los primeros conquistadores. En 1522, aproximadamente, el capitán de conquista Fernández Dávila se topó en la región con la tribu local encabezada por el cacique Diriangén. Los indígenas recibieron cortésmente a los extranjeros y escucharon sus demandas que incluían el sometimiento a la autoridad de la colonia española y la conversión al cristianismo; pidieron un breve tiempo para considerarlas y al volver arremetieron con furia contra el invasor.
Ese episodio de la historia es hoy considerado como la primera guerra anti-intervensionista nacional. Los españoles se impusieron gracias a su tecnología militar, y el pueblo de Diriangén se vio diezmado y sometido ante el invasor. Sus descendientes, un siglo después, fueron los posibles creadores y primeros espectadores de una obra cuyo contenido expresaba una resistencia pacífica ante la autoridad extranjera.
El Güegüense continuó presentándose en las calles y era transmitido de forma oral de una generación a la otra. No fue sino hasta 1942 que sus parlamentos fueron recopilados e impresos por primera vez en un libro, y ocho años después su música es grabada, también por vez primera.
En tiempos modernos los bailes de El Güegüense y su presentación completa pasó a formar parte de la expresión cultural durante las fiestas en honor al santo patrono de Diriamba, San Sebastián, en la tercera semana de Enero. Aunque hoy en día sus bailes forman también parte del repertorio de diversos Ballets Folclóricos profesionales y la obra completa es eventualmente interpretada de forma profesional o aficionada en teatros y colegios por todo el país, es durante estas fiestas diriambinas que se puede observar a El Güegüense y sus bailes interpretados por sus herederos naturales: los habitantes de la comunidad de Diriamba.
El 25 de Noviembre del año 2005, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) otorgó un reconocimiento mundial a “El Güegüense o Macho Ratón”, al declararlo Patrimonio de la Humanidad.
a Obra
El Güegüense es una obra atractiva y muy interesante por los componentes que la conforman como comedia bailete: parlamentos, música y danzas, así como por la indumentaria teatral de los actores, la cual se asemeja a las utilizadas en sus orígenes, con algunas modificaciones y enriquecimientos que se han venido dando a lo largo del tiempo.
El nombre proviene de su personaje principal, el Güegüense, el que a su vez se deriva de la palabra náhuatl “huehue”, que significa viejo, sabio.
La obra consta de 14 personajes. Son tres mestizos: el Güegüense, su hijo Don Forsico y su hijo Don Ambrosio; cuatro autoridades españolas: el Gobernador Tastuanes, el Capitán Alguacil Mayor, el Escribano Real y el Regidor Real; tres mujeres: Doña Suche Malinche y sus dos damas de compañía; y cuatro “machos” (bestias de carga): el Macho-moto, el Macho-viejo, el Macho-mohino y el Macho-guajaqueño (otros le llaman Macho-boaqueño).
La indumentaria de los diferentes personajes es muy llamativa. Los españoles visten trajes y sobreros coloniales elegantes con lentejuelas y altas medias, demás de máscaras pintadas con bigotes y pelo rubio o castaño, y ojos azules o claros. Los mestizos usan máscaras con bigotes oscuros, sombreros de paja, ropas menos ostentosas, calzan sandalias o van descalzos y portan un chischil (o sonaja) puntiagudo de metal. Los machos van descalzos y usan chalecos con lentejuelas y máscaras de caballos, una crin de mecate y también portan chischil metálico. Las damas no están enmascaradas y usan vestidos largos, collares y aretes.
El Güegüense se describe a sí mismo como un comerciante que viaja por los diferentes territorios coloniales de México y Centroamérica con finas mercancías. Sus hijos son sus ayudantes: Don Forsico es su mano derecha y respaldo, Don Ambrosio es su detractor. Los cuatro machos son sus animales de carga y trabajo.
El Gobernador Tastuanes es la autoridad máxima y el Capitán Alguacil Mayor su fuerza policial. El Escribano Real y el Regidor Real son funcionarios gubernamentales locales. Doña Suche Malinche es hija del Gobernador Tastuanes y las dos damas son sus sirvientas.
La trama tiene 314 parlamentos (según la primera versión escrita) y se desarrolla así: el Güegüense es visitado por el Capitán Alguacil Mayor, quien lo convoca al Cabildo Real para arreglar el pago de sus impuestos. Una vez ante el Gobernador Tastuanes, el habilidoso Güegüense usa su ingenio para convencerlo de unir en matrimonio a Doña Suche Malinche y su hijo leal Don Forsico, evitando así tener que pagar nada a esas autoridades que él desprecia. En los parlamentos, el Güegüense despliega con picardía frases de doble sentido y simula frecuentemente una sordera para burlarse y engañar a las autoridades del Cabildo Real; hace también gala de sus maravillosas mercancías, las que enumera en repetidas ocasiones. Esas mercancías son reales según su hijo Don Forsico, pero su hijo Don Ambrosio expresa con enojo que son falsas, acusando a su padre de charlatán y embustero. Finalmente el Güegüense cierra su trato con una fiesta en el Cabildo Real.
Alternado con los parlamentos se desarrollan los bailes, en los que intervenían originalmente sólo los machos, según algunos estudiosos, pero que hoy en día participan igualmente los personajes españoles. En algunas presentaciones no tradicionales si no profesionales, los bailes se ejecutan con creativas coreografías innovadoras.
La obra tiene 14 sones, aunque en la actualidad se usan sólo seis en las presentaciones tradicionales y en otras. La música se interpreta con sus instrumentos originales, muestra del sincretismo cultural que expresa toda esta obra: un pito (flauta) y un tambor indígena, y un violín y una guitarra europea. Las canciones son totalmente instrumentales y tienen una evidente influencia tanto indígena como española en sus melodías lentas o rápidas.
El autor de la obra es desconocido y sobre él existen también otras tantas hipótesis, como que fue un culto mestizo cansado de los impuestos, o un sacerdote que tenía buen dominio del náhuatl y el español.
La construcción literaria de El Güegüense permite una variedad de interpretaciones. Para unos, el Güegüense es un muy trabajador, astuto y prospero comerciante que no quiere pagar impuestos al gobierno impuesto por la corona española. Para otros, el Güegüense es un pequeño comerciante habilidoso, pícaro y estafador, que hace uso de sus mil mañas para embaucar a las autoridades españolas de las que no sólo consigue evitar el pago de impuestos, sino también casar a uno de sus hijos con la propia hija del gobernador.
Sea como fuere, esta excelente y pintoresca obra expresa la resistencia de un pueblo ante las autoridades invasoras, y constituye una de las más importantes herencias culturales de los nicaragüenses, para quienes el Güegüense constituye un digno representante de su carácter: pícaro, astuto y rebelde.